sábado, septiembre 27, 2008

Viernes que te quiero viernes



En un instante de holgazanería mental me puse a discutir conmigo mismo sobre qué día de la semana prefiero. Fue una discusión netamente subjetiva y digamos que influyó mucho el hecho de que lo pensé el día que más posibilidades tenía de ser elegido. Que se abstengan de concordar aquellos que prefieren los hechos antes que la ilusión de que sucedan. Digo esto porque el viernes es uno de esos días en que decís: ¿Qué pasará este fin de semana? Mas que nada por la razón de que durante la semana (salvo algunos casos a los cuales les tengo mucha envidia) uno vive inmerso en la monotonía, en la rutina diaria, vemos las cosas en forma cuadrada cuando en realidad la diversidad es total. Y ustedes pensarán: ¿Pero qué dice? Si el viernes es parte de esos cinco días “robotizantes”. Es cierto que -por lo menos durante el día- hacemos lo mismo que el resto de la semana, pero también es verdad que la predisposición es otra, las sonrisas ilusorias sobresalen y los pensamientos esperanzadores fluyen como mariposas que abandonan la crisálida (sí, lo tuve que buscar en Internet) y vuelan esperando encontrar la felicidad (básicamente, la reproducción) en un solo día de vida (y después nos quejamos).
Después llega el fin de semana y la suerte se convierte en una ruleta. Puede pasar de todo o no pasar nada. Como cuando es domingo y uno ruega para que no caiga el sol y cuando esto pasa, esa noche se convierte en una pre-etapa de la monotonía incesante.
Por eso el viernes es mi día preferido, es la oportunidad para que pase de todo y evitar que no pase nada. Sin embargo, aquellos que tienen esa ilusión todos los días de la semana se merecen mi respeto y sepan que en un futuro no muy lejano me va a pasar lo mismo.

sábado, septiembre 20, 2008

Qué pasa


Qué pasa si uno camina por la calle y todo se detiene
qué pasa si los gritos se convierten en silencio
qué pasa si la Tierra deja de rotar alrededor del Sol
qué pasa si el aire se vuelve denso y agotador
qué pasa si las lágrimas se evaporan
qué pasa si las risas se convierten en meras posturas faciales inmóviles
qué pasa si la esperanza se vuelve una desilusión
qué pasa si la espera se convierte en resignación
qué pasa si los sueños no nos logran despertar.

Qué pasa...

sábado, septiembre 06, 2008

Aguafuertes porteñas


En estos días terminé de leer un libro de Roberto Arlt llamado “Aguafuertes porteñas”. En cierto sentido me hizo dar cuenta de algunas cosas, de las cuales ya sospechaba, pero no quería creer. El autor describe determinados estereotipos de personas y de situaciones que, a pesar de haberlas escrito hace más de 70 años, aún tienen vigencia. Y me pongo a pensar en lo poco especiales que somos. Es un comentario un poco crudo y falto de magia e ilusión, pero el hecho de que una persona que no conocemos detalle características de otras con tanta simpleza y facilidad, nos saca una sonrisa cómplice pero a su vez nos dice: “Flaco, todo lo que te pasa, o todo lo que sos, es un ejemplo más de la tirada en serie que salió de la fábrica de personas”.
Pero también me pongo a pensar en algo, y caigo en la ingenuidad, el estado más puro que hay. Las cosas que se me pasan por la cabeza, toda la visión que uno tiene de ciertas situaciones, los planteos que alguien se hace, la velocidad de los pensamientos, tan distintos y entrelazados, no pueden ser algo tan cotidiano. La magia se encuentra dentro de nosotros y ahí marcamos la diferencia con el resto. Podrá haber muchos arrogantes, inútiles, garcas, tipos sencillos o lo que sea, pero apuesto todo lo que tengo a que en cada una de sus mentes hay un mundo diferente, una sensación que va más allá de lo que vemos a simple vista, un libro cerrado lleno de interrogantes, visto solo desde su interior por sus propias palabras.
Es un tema que genera que uno sufra o sea feliz por ciertas situaciones externas, superficiales, que uno, erróneamente, considera especiales y que simplemente son condimentos, esencias o, en términos “blogueros”, plantillas que nos ofrece la vida para darle un matiz diferente y no caer siempre en lo mismo. Pero la recurrencia de estos matices los vuelve aburridos, monótonos, y poco originales. Que lastima que no podemos vivir de fiesta en fiesta en un lugar tan inexplorado -porque aún hay tanto por explorar- y sorpresivo como nuestra mente, pero que miedo que da que haya más de un invitado en ese fantástico acontecimiento.