domingo, diciembre 13, 2009

La pérdida de credibilidad


Sólo bastaron 24 días para darnos cuenta de varias cosas y sufrir un baño de realidad. El periodismo de antaño, con sus defectos y virtudes, dominante o sumiso, encontraba en ciertas circunstancias su propio limite. La lógica era otra. Se lo veía –y así fue creciendo en credibilidad- como un servicio a la comunidad. Primero con un carácter que tendía hacía la objetividad y luego adentrándose en aquellos aspectos que los más poderosos querían ocultar. Aquel periodismo de investigación de los años 60 se mostraba como el verdugo de aquellos sectores que en otras épocas los manejaban como meros instrumentos. Hoy en día, son manejados por otra lógica, la del mercado, aquella que busca soluciones que están más allá de los valores humanos. El caso Pomar es paradigmático, no porque los medios no hayan actuado de manera similar en otras ocasiones, sino porque se llegó al paroxismo de la vergüenza. “Le transmitíamos a la gente lo que manifestaban las investigaciones”, se defendían los periodistas. Vamos muchachos, la historia de su profesión es mucho mejor que eso. Se llegó a decir que Fernando Pomar era narcotraficante; que había matado a toda su familia; que habían sido secuestrados; que se habían escapado del país por deudas, etc. Debo reconocer que muchos entramos en esa nube de misterio que nos quisieron imponer y que sin lugar a dudas era redituable económicamente. Desde el día del descubrimiento de los cuerpos se alcanzó un grado de sensacionalismo que rozó la vergüenza ajena. Se perdió aquello que durante tantos años se luchó por conseguir: la credibilidad. Hasta “la gente” (como les gusta decir…) ha notado la cantidad de contradicciones que reflejan día a día, ya ni siquiera entre diferentes medios, sino dentro de cada uno. Lo que más preocupa son las consecuencias: que haya personas que actúen en base a lo que escuchan, que confíen cuando ya se han perdido todos los motivos de confianza. La pérdida del valor humano se ve reflejada en las sensaciones que pueden tener día y noche los familiares de las víctimas. Que ni siquiera puedan prender la televisión, porque seguramente se encontrarán con la imagen – constante- de sus cuatro familiares siendo grabados en un video casero. Que salgan de su casa y un movilero les pregunte: ¿Cómo te sentís?
Le hace mal al periodismo entrar en esa lógica mercantil. Hace mal que se transmitan 24 horas seguidas de noticias, por que eventualmente no se sabe qué decir y se inventa. La pauta de las tres fuentes como mínimo está desapareciendo, por que básicamente ellos mismos se convierten en fuentes falsas para los mismos medios. Se retroalimentan. Ha dejado de ser un servicio social para convertirse en un show mediático más. Todos somos cómplices, obnubilados por el desconcierto y por una cobertura que excede las posibilidades de cambio que te da el zapping.