
Hiroshima se convirtió en un lugar común, no sólo de muerte, sino de recuerdos y de luchas eternas entre el futuro que no viene y el pasado que no se va. En “Los sobrevivientes de la bomba atómica”, Tomás Eloy Martínez retrata un estado de situación, un reflejo deformado de una realidad abandonada. Apelando a los testimonios de los protagonistas –las víctimas- el autor recorre a través de los recuerdos un camino oscuro que nace en aquel día trágico y que aún hoy (la crónica fue escrita en 1965 y actualizada en 2008), a diferencia de estas personas, no muere.
Eloy Martínez se convierte en un narrador prácticamente invisible, que da lugar a las verdaderas voces de esta historia. El periodista argentino combina en este relato el uso de datos duros y la descripción cuasi metafórica de las amargas sensaciones que trae aparejada la memoria. Las cifras son vistas con cierta desconfianza en algunos casos (sobre todo si son aportadas por entes gubernamentales) y van cobrando valor con el correr de la historia. Son un golpe de reacción a un lector inmerso en la cadencia del texto. “Las cifras dicen poca cosa, pero a veces lo dicen todo”, repite en más de una ocasión el autor. Se recurre a todo tipo de voces, desde los miembros de organismos creados especialmente a partir de este acontecimiento (como el Atomic Bomb Casualty Comission), hasta víctimas, familiares, funcionarios e incluso investigadores estadounidenses. Los datos históricos ayudan a contextualizar, a crear un marco que encuadra temporal y espacialmente las palabras de las personas.
La postura de las víctimas frente a la muerte es contradictoria. Se la rechaza y se mira hacia delante (en la escuela apenas se habla del tema) o se la espera con resignación, sin poder olvidar, a causa de las marcas que todavía persisten en el cuerpo social. “Sienten la vida como un prolongado suicidio”, afirma un doctor del hospital de Fukushima.
Tomás Eloy Martínez narra apelando a los sentidos del lector. La descripción de sonidos, olores e imágenes de la catástrofe transporta a todo aquel que lee esta historia a ese tétrico mundo de cielos iluminados y tierras desguarnecidas.