jueves, enero 06, 2011
Six Feet Under
La subjetividad del arte brinda la posibilidad de encontrar diversas reacciones ante una determinada obra. No existen las claves del éxito ni las fórmulas ganadoras. Todo lo bueno que pueda generar una pintura, una película, una serie, un libro, o cualquier obra de arte, va a depender del buen uso de los detalles y de saber entender al espectador. Ser espectador y a la vez creador. Personalmente, me gusta reconocer detalles de mi vida en una película o serie. Dicho reconocimiento genera empatía entre nosotros –los espectadores- y la imagen. Nos encariñamos con personajes, nos entristecemos por determinadas situaciones, o nos enfurecemos ante ciertas circunstancias.
El post de hoy tiene que ver con Six Feet Under, una gran serie que narra la historia de una familia que administra un negocio peculiar: una casa funeraria. La muerte del padre genera el quiebre necesario en la vida del resto de la familia para que se planteen a sí mismos qué es lo que realmente quieren. Se comienza a trazar un camino que va desde el primer capítulo hasta el último. Cualquiera que vea el principio y el final de esta historia encontrará a los mismos personajes, pero en un estado muy diferente, con un bagaje de experiencias vividas que les permitirá sacar conclusiones para encarar el resto de su vida. Esta búsqueda de los personajes los llevará a caer en las contradicciones propias de cualquier ser humano.
Recién comentaba acerca de la empatía que debe provocar en el espectador una obra de arte. En este sentido, Six Feet Under cuenta con una gran ventaja: su eje principal es la muerte, el único suceso inevitable. Es imposible que una serie que trate sobre este tema no genere reconocimiento en el espectador. Sin embargo, más allá de que sea una ventaja, esto no es suficiente. Se necesita mucho más. Y SFU cumple los requisitos con creces.
Debo reconocer que hacía rato una serie no me generaba esta mezcla de sensaciones. Tiene la capacidad de transitar –a partir de un guión minucioso- por diversos estados de ánimo. Desde una visión irónica y hasta graciosa de la muerte –mucho humor negro- hasta la visión clásica y dolorosa que cualquiera puede sentir a la hora de enfrentar la realidad del deceso.
Y hablando coloquialmente, los últimos tres capítulos son una patada en el pecho.
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