Terminé de ver Twin Peaks con un atraso de varios años, ya que la tenía en mi lista de pendientes y nunca encontraba el tiempo para verla. La noticia de la nueva temporada (que se estrena en el 2016) y la presencia de la serie en Netflix, terminó de darme el empujón que me faltaba. Mi interés actual por las series me llevó también a conocer los orígenes del fenómeno, que tranquilamente podrían adjudicarse a esta obra de David Lynch y Mark Frost, realizada a comienzos de los noventa. La presencia de un director de cine en la televisión (junto al tratamiento estético que eso conlleva) y la temática abordada, eran elementos poco usuales en el medio por aquellos años y la necesidad de renovación se vio reflejada en un público que la consumió masivamente, obligando al director a estirar el misterio y filmar una segunda temporada. Ese misterio era la joven Laura Palmer. O más precisamente la identidad de su asesino.
La primera temporada de la serie es corta y efectiva. Se plantea el problema, se presentan los personajes (entre ellos al excéntrico Agente Especial Dale Cooper) y se comienza a retratar, más allá del conflicto en cuestión, la vida de un pueblo que hasta ese momento vivía una tensa calma. La aparición del cuerpo sin vida de Laura Palmer dispara una serie de conflictos que se encontraban escondidos bajo ese manto de supuesta tranquilidad. “Todo estaba bien hasta que llegaste tú”, le dicen a Cooper, agente del FBI a cargo del caso. A diferencia de muchas series actuales (sobre todo aquellas cuya trama gira alrededor de un crimen) que plantean resoluciones parciales (llevando a cada personaje al fin de un episodio a ser sospechoso), Twin Peaks lograba mantener el misterio a través de posibles focos de investigación, pero sin obligar al espectador a deducir tanta veces que efectivamente tal personaje era el asesino. Si se la ve hoy en día puede resultar un tanto exagerado el elogio de su realización, pero para la época era toda una revolución ver un producto televisivo tan cinematográfico y arriesgado. La muy buena primera temporada solo falla, a mi entender, por algunas performances actorales en momentos dramáticos que atentan un poco contra la credibilidad del relato.
Los problemas (no del pueblo, sino de la serie) surgieron, en parte, como consecuencia de su éxito. Al ver los muy buenos números de audiencia, la cadena estadounidense ABC le pidió a Lynch que no devele el nombre del asesino en la primera temporada y le encargó una segunda, compuesta por unos extensísimos 22 capítulos, que era el formato clásico de las series del momento. La verdad es que empecé a ver la serie sin demasiada información y ni me fijé en la previa cuántos capítulos tenía. Sabía que eran dos temporadas, pero supuse que las dos eran cortas. Al ver que la segunda era tan extensa, sospeché que podría llegar a ser un bodrio. Y lo fue.
Sin embargo, el problema no era la extensión, sino el modo de desarrollo. Este cambio de planes llevó a que Lynch se desligue un poco del proyecto, ya que paralelamente había filmado -y estaba promocionando- una nueva película. Al ver que durante la segunda temporada el rating comenzó a decaer, los productores exigieron que se devele el nombre del asesino. Una vez ocurrido eso, la serie cayó en caída libre. Varios directores fueron llamados para filmar diferentes capítulos y así tapar los baches de una historia que no encontraba su razón de ser. Se llevó al límite de la exageración la sutileza de sus virtudes, ese espíritu surrealista que comenzaba a aparecer en la primera temporada y que se volvió burdo en la segunda. La historia no era dramática ni cómica, solo densa. Se desarrollaron innecesariamente personajes secundarios poco interesantes, ajenos completamente al foco de la trama, y en algunos casos con destinos insólitos. Con el afán de mantener cierta intriga se mantuvieron algunas pinceladas de misterio que recién sobre el final de la temporada recobran protagonismo. Ahí, y en concordancia con el retorno de Lynch, es cuando la serie repunta nuevamente y “cierra” de forma digna –en realidad inconclusa- una historia que merecía ser más efectiva de lo que fue. El carácter sobrenatural que adquiere la trama se desarrolla lentamente en la primera temporada (suena lógico que no se lo presente en primera instancia para no ahuyentar espectadores, algo similar a lo que ocurrió con Lost) pero golpea abruptamente en la segunda reforzando lo burdo de toda la historia. Pero como dije antes, no es el qué, sino el cómo.
Más allá de eso, los méritos de Twin Peaks superan a sus defectos, y probablemente sea ese el motivo que la llevó a convertirse en una serie de culto. El retorno de la serie, justo a 25 años del “I will see you again in 25 years”, nos hace preguntar en qué estado volverá. El hecho de que sean solo 9 episodios y que el director de todos ellos sea Lynch, nos augura en la previa un saldo más positivo que negativo.