
El otro día leí un texto de Psicología Social que se centraba en defenderse de aquellas críticas que veían en esta disciplina una mera enunciación de teorías que no hacen más que describir situaciones o características humanas que todos ya conocen. Sería algo así como una falta de respecto al sentido común de la gente. A pesar de que, según mi opinión, hay cierta dosis de verdad en esta crítica, también me pareció interesante la postura de los estudiosos, que contraatacaban criticando la arrogancia y la contradicción del ser humano. Postulaban que las personas se dan cuenta de la obviedad de las cosas una vez que estas sucedieron. Es tal el orgullo que pocos se animan a predecir acontecimientos o resultados de los mismos, pero una vez que estos terminan, se alzan todas las voces diciendo que era más que seguro que tal cosa iba a pasar. Es el fenómeno “pero-si-yo-ya-lo-sabia”. Es como quien dice: “Con el diario del lunes cualquiera”. Me gusta la frase del filósofo y teologo danés Sören Kierkegaard, que dice que “la vida se vive hacia delante y se comprende hacia atrás”. Concuerdo completamente.
Los autores también se basan en refranes populares para justificar la contradicción del ser humano. Además dicen que la gente, muchas veces, fundamenta sus acciones en estos dichos ¿“El miedo es más fuerte que el amor” o “el amor es más fuerte que el miedo”? John Donne dijo que ningún hombre es una isla, mientras que Thomas Wolfe cree que, efectivamente, todo hombre es una isla. ¿“La distancia acrecienta el sentimiento” u “ojos que no ven, corazón que no siente”? ¿Los opuestos se atraen o Dios los cría y ellos se juntan?
Me resulta gracioso que estos psicólogos sociales, al fin y al cabo también se están criticando a sí mismo, por su condición de persona. Igualmente defiendo esta disciplina porque muchas veces a uno le tienen que decir las cosas para darse cuenta y, además, el estudio de las personas y su comportamiento en sociedad ayuda a mejorar cuestiones vinculadas con las relaciones que tan mal están en estos tiempos.
No es una novedad decir que somos arrogantes y contradictorios, yo-ya-lo-sabía.