viernes, mayo 08, 2015

Mad Men: el retorno a nuestro pasado






















Dicen que lo que vale de una obra no es la intención del artista, sino la interpretación del espectador. Siento que algo me gusta cuando me dan ganas de comentar el impacto que tiene sobre mi sistema de pensamientos. Cuando me preguntan qué tema trata una película, una serie o un libro, siempre puedo hacer referencia a una temática claramente reconocible, pero muchas veces internamente me surgen cuestiones que puedo o no compartir con otros, pero que no necesariamente fueron planificadas por el autor.

¿Por qué creo que ocurre esto? Porque una obra que es realizada a partir de un conjunto de pensamientos y sentimientos, termina tocando diferentes notas en distintos instrumentos, termina tocando múltiples fibras en cada receptor. Y finalmente cada uno elabora la música que más le gusta o la que surge más espontáneamente, según nuestro sistema de valores, recuerdos y pensamientos.

Por eso cuando pienso en Mad Men, tal vez lo primero que se me viene a la cabeza no es una imagen de Estados Unidos en los ‘60 o el mundo de la publicidad en plena ebullición, sino ciertos detalles que hacen a la esencia de sus personajes. A sus miedos y sus silencios. Mad Men es una serie introspectiva, de miradas fijas hacia adelante, pero también hacia adentro. Refleja esos momentos en los que nos están diciendo algo y nosotros estamos pensando en otra cosa, con la mirada perdida, simulando que escuchamos.

Los personajes de Mad Men, con Don Draper a la cabeza, deambulan en un oasis que día a día se va tapando con arena, que es aquello que domina cotidianamente la realidad. Y la creatividad -en cualquier ámbito- surge a veces en esos oasis, cuando la mente encuentra la claridad en una ubicación enajenada de cierto ruido cotidiano.

Don Draper nos lleva, en un contexto vertiginoso de superficialidad, al rincón más puro de nuestro pasado, al origen de nuestros miedos e intereses más genuinos. Nos retrotrae a los recuerdos más inocentes, libres de toda responsabilidad y segundas intenciones. A un mundo que sienta las bases de lo que seremos, que pretendemos dejar atrás, pero que en el fondo nunca queremos abandonar completamente.

Esos hombres y mujeres que inician su carrera en una pequeña agencia de publicidad para luego evolucionar profesional y humanamente, por diferentes circunstancias, hacia el salvaje mundo de la competitividad y el ascenso social, saben que de cierta manera no son parte de ese mundo que quieren alcanzar. Y en cada capítulo que pasa se incentiva esa búsqueda de los deseos genuinos en contraposición con los objetivos socialmente aceptados.