sábado, mayo 17, 2008

Efecto dominó


Es cierto, muchas veces es difícil entender ciertas decisiones tomadas por nuestra mente y nuestro corazón. Generalmente solemos desligarnos de los problemas y adjudicar la responsabilidad de nuestros actos a estos dos entes que, al fin y al cabo, son quienes nos representan. Son parte de uno, la decisión es nuestra. No digo que uno esté pendiente de justificar sus actos a través de los vaivenes de nuestros pensamientos, sino que, freudianamente hablando, nuestro inconciente se lleva todos los números a la hora de sortear la culpa de nuestro “lavado de manos”.
Cada vez me doy más cuenta de que vivimos en un gigantesco efecto dominó, donde cada uno de nosotros es una ficha y cada acto repercute en el elemento más cercano. Podrá sonar un poco egoísta, pero no se puede vivir pendiente de cada acción que uno comete. El sufrimiento provocado por decisiones es inevitable. Tampoco digo que hay que actuar sin pensar, pero creo que no hace bien estar tan condicionado por los “efectos secundarios”.
Hay situaciones que, dependiendo de ciertos factores, se dan con mayor facilidad y otras que, dependiendo de otros factores, están sujetas a la suerte. Y al decir suerte me refiero a lo que decía anteriormente, a ese condicionamiento constante que uno deja de respetar y que nos hace actuar bien o mal, pero que inevitablemente depende de que tan fuerte sea el efecto dominó. Y lo peor es que muchas veces este fenómeno se da en situaciones que uno no puede manejar y que afectan, por medio de otras rutas no transitadas por uno, al elemento en común.
Como sabrán, en este juego de fichas, una vez que perdés, es muy difícil volver a reconstruir todo el sistema. No digo que sea imposible, pero sí es complicado colocar las fichas en el mismo lugar. Las cosas cambian, uno ya tiene la experiencia de la caída anterior y vuelve a actuar con más cuidado, o sea, inseguro.
No se si les pasa, pero cada día me levanto con una nueva postura para encarar el día. Por un lado es interesante porque nos da nuevas perspectivas que, a su vez, generan un poco de sorpresa y nos da esa cosa diferente que uno tanto necesita para no caer en la rutina, sin embargo el lado negativo que le veo a esto es discutible pero no por eso menor cierto y es que estas nuevas posturas nos obligan a aprender día a día como convivir con las mismas situaciones. El ambiente es el mismo, uno cambia. Vivimos en un constante aprendizaje que, a diferencia del recomendado, no nos hace crecer, sino estancarnos siempre en el mismo lugar.
Por ejemplo, el otro día me levante con una horrible sensación de desorden, en todo sentido, ya sea emocional como físico y hasta habitacional (no sé como decirlo, básicamente mi cuarto era un quilombo). Entonces decidí levantarme con la cabeza en alto y ponerme a ordenar. Lo hice (solo mi cuarto). Ayudó bastante pero luego confirmé la regla de que cada día el mundo se resetea en mi cabeza y, ahora mismo, convivo nuevamente con el desorden de siempre. Es como caer en la misma tentación una y otra vez.
No se preocupen, estoy bien, solo soy bastante detallista en cuanto a mis pensamientos. Lo digo siempre, uno al escribir se descubre, es como ir al psicólogo y que vez de un profesional tengas un espejo en frente. Lo recomiendo, puede llegar a ser medio tedioso arrancar, pero cuando pasas esta barrera es difícil detenerse.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Te deje un premio en mi blog.