Pablo Trapero no es el mismo que hizo Mundo grúa a fines de los ‘90. Su carrera como director fue inclinándose, de forma paulatina, hacia las producciones de corte industrial y de género. El talento fue acompañado, en sus últimas películas, por un mayor presupuesto –en producción y difusión– y por la participación de figuras convocantes del cine nacional, como Ricardo Darín y Guillermo Francella, que aseguran una base alta de espectadores. Pero más allá de esta transformación del director, hay algo de su esencia que se mantiene, y que tiene que ver con el interés por los personajes, incluso más que por las historias.
Arquímedes Puccio formaba parte de la “mano de obra desocupada” que había dejado la dictadura militar. Era el líder de un grupo de secuestradores que operó entre 1982 y los primeros años de una democracia ya instalada, pero todavía débil. Junto a sus hijos varones (Alejandro y Maguila) y otros participantes, Puccio secuestraba y mantenía cautivos a familiares de importantes empresarios en su casa de San Isidro, donde también vivía su mujer y sus dos hijas. Tras el cobro de rescates millonarios, Arquímedes procedía a ejecutar a los secuestrados.
En El Clan, su última película, Trapero no indaga demasiado en esos detalles de la investigación que todos más o menos ya conocemos. De forma acertada, el director hace foco en el punto ciego que tiene uno de los relatos más impactantes de la historia policial argentina: en el vínculo interno de la familia, en su –falta de– comunicación, en el inmutable comportamiento ante una verdad sobre la que no se hablaba, pero que estaba ahí, encerrada y amordazada, a pocos metros de la cotidianidad familiar.
Trapero realiza una muy buena reconstrucción de la época y de ciertos ámbitos sociales específicos de San Isidro. El uso de canciones típicas de los ‘80, tanto nacionales (Serú Girán, Virus) como internacionales (The Kinks, David Lee Roth), aportan a esta construcción y le dan dinamismo y menor carga dramática a escenas fuertes que están musicalizadas con temas que tienen un tono completamente opuesto. El único problema de este interesante recurso es el uso excesivo.
Salvo alguna que otra excepción, las actuaciones logran sumergir al espectador en la historia. Guillermo Francella, abocado hace algunos años a roles dramáticos, asume el papel más desafiante de su carrera y lo hace con mucha altura, salvo en aquellos –pocos– momentos en los que su Arquímedes debe perder la compostura. Allí se le ven los hilos a su interpretación. Por su parte, Peter Lanzani rompe todos los prejuicios y sorprende con una representación profunda de un personaje difícil de interpretar por su doble moral. Las dudas que todos tenemos acerca de Alejandro Puccio son las mismas que refleja Lanzani en cada una de sus intervenciones.
Al hablar de “excepción” al principio del párrafo anterior, me refiero a ciertas actuaciones de personajes secundarios que, a mi entender, distraen por no estar en consonancia con el resto. Este problema es recurrente en el cine argentino y parte de darle mucha más importancia al casting de actores principales que al de los intérpretes secundarios. Fabian Bielinisky, director de Nueve Reinas, decía que admiraba del cine estadounidense la atención sobre todo el conjunto de actores de una película, porque son los secundarios los que terminan de darle el sustento de credibilidad a un film.
En cuanto a la narrativa visual, para hacer foco en los personajes, Trapero apela a planos cerrados y secuencias no muy largas. Más allá de la innegable capacidad del director para filmar (sus excelentes planos secuencia son un sello característico), por momentos el montaje se vuelve fragmentado, poco fluido, como si se conformara con el mero ordenamiento de escenas. Son detalles que, igualmente, no afectan a la muy buena percepción general que uno puede tener de la película.
Toda gran historia debe tener un buen final, y en este caso El Clan acepta la premisa e impacta en sus últimas secuencias. Más allá de que pueda gustar más o menos, la película logra dejar al espectador con muchas preguntas y con cierta incredulidad ante el comportamiento de una familia muy respetada en la zona, que incluso años después de los hechos seguía siendo defendida por varios de sus conocidos.
Seguramente la riqueza de la historia, la trayectoria del director, el conocimiento popular de los actores y la fuerte difusión del film ayudan a explicar el éxito y los récords de concurrencia a solo una semana del estreno.
► Les comparto la entrevista que le realizamos en el programa On The Rocks a la actriz Lili Popovich, que interpreta a Efigenia Puccio en El Clan.
► Les comparto la entrevista que le realizamos en el programa On The Rocks a la actriz Lili Popovich, que interpreta a Efigenia Puccio en El Clan.
1 comentario:
Excelente reseña doctor! Abrazo.
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