sábado, julio 12, 2008

Angeles y Demonios


Hay muchas formas de persuadir a otra persona. Los medios de comunicación son, probablemente, el ejemplo más cotidiano y reconocido por todos. En efecto, nos dejamos persuadir más que nada porque nos ofrecen algo a cambio, una satisfacción inmediata y superficial. No le creo al que dice que no es influenciado por los medios (no hablo solamente de la televisión). En todo caso, los que dicen eso son los casos más delicados. Pero hoy me pongo a pensar en lo difícil que es persuadirse a uno mismo. Obviamente depende del polo negativo o positivo de la persuasión o, en un ejemplo más gráfico, del angelito y el diablito que llevamos en nuestros hombros. No se quién habrá imaginado eso por primera vez, pero realmente merece un premio al entendimiento del ser humano. Si pudiéramos separar al mundo entre el bien y el mal, deberíamos remarcar esta fina línea con el marcador de la persuasión interna del ser humano. Es cierto que hay miles de factores sociales, políticos o económicos (aunque deberíamos abarcar todos en lo social) que influyen en la elección de cada persona a la hora de tomar un determinado estilo de vida y esto implica ser un delincuente o el sujeto más bueno del mundo. Pero todos reconocemos, muy internamente – y a veces no tanto – a ese lobo oscuro que aúlla por los sombríos rincones de nuestro ser y que espera ansioso por una oportunidad de ser liberado. En algunos casos, estas influencias negativas ayudan al lobo a escapar de la jaula de la ética y la moral para convertirse en parte de la “lacra” que supo ser un integrante más de la comunidad del bien. Esta es la peor guerra que va a tener que afrontar el ser humano y ya se está viviendo. Podemos quedarnos sin agua, inundados por el deshielo, deshidratados en los veranos más calurosos o hasta vivir en otro planeta, pero lamentablemente la naturaleza del ser humano es inmodificable. Hay quienes dicen que una persona es en base al entorno en que fue criada y otros suponen ciertas características genéticas que delimitan los márgenes del comportamiento. Creo que hay un poco de cada cosa. Es cierto que si nuestro entorno tiene una determinada característica, estamos propensos a comportarnos de una manera similar, pero también soy conciente de cierta fortaleza mental que, en mi opinión, reside su primera cuota en las bases innatas de nuestro ser. Por algo existen casos de individuos que, aún creciendo en ambientes inhóspitos y terribles, deciden optar por el camino socialmente correcto. No vamos a entrar en la idea de qué es correcto y que cosa no lo es, pero si nos basamos en lo que se aprecia como bueno, todos sabemos qué es lo que está bien y qué es lo que está mal. Por eso, esta fortaleza mental tiene la última palabra. Es el punto en el que se plantea, probablemente antes del primer acto maléfico, si quiero o no hacer esto. La fortaleza o debilidad del ángel y el diablo que llevamos en nuestros hombros. Si queremos seguir pensando, disfrutando y conviviendo deberíamos dejar al pequeño diablo con las palabras en su boca y al lobo aullando hasta el cansancio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

que gran verdad lo que has escrito
una gran reflexion del mundo en que estamis viviendo
saludos
y hasta prontito